Rapsodia Gourmet (Muriel Barbery)

Esta es la historia del mejor crítico gastronómico del mundo, el cual, cuando está a punto de morir, se da cuenta de que antes de hacerlo quiere volver a saborear algo que ahora mismo no se le viene a la cabeza. Tiene una idea de lo que va buscando, pero tiene que encontrarlo antes de que se le acabe el tiempo. Por eso emprende un viaje por sus recuerdos, gastronómicos y familiares, en busca de ese sabor que se le escapa y que quiere volver a degustar, pasando por los alimentos que más le han gustado durante su existencia para describirlos minuciosamente, y por las casualidades que le llevaron a cada uno de ellos.

Muriel Barbery es, para mí y para mi gusto, una escritora excepcional. Cualquiera que se aproxime a este libro pensará que en realidad se trata de un librito, de un cuentecito. No llega a las doscientas páginas y pretenden vendértelo a precio de Paul Auster. ¿Qué se han creído? Pero yo pregunto: ¿cuántos litros de leche salen de una lata de leche condensada? ¿Cuántos meses dura un frasquito de perfume?

 Acabo de terminar este maravilloso libro y estoy emocionada. No es por la historia, ni por los personajes. En este caso es la forma y no el fondo lo que me fascina.

Ella sabe hacer algo que otros muchos no saben hacer. No digo que otros escritores no sean mejores que ella (faltaría a uno de mis pilares literarios si dijera eso, y no me lo perdonaría nunca) pero cada uno de ellos sabe hacer una cosa, y ninguno lo que hace ella. Además, es una cualidad que yo aprecio mucho en estos tiempos en los que todo vale en cuestiones de lenguaje, y a nada que te expreses con un poco de corrección hay alguien que te dice que hables más claro, que con esas palabras tan técnicas no te entiende. Muriel Barbery sabe expresar con palabras lo que los demás sólo alcanzamos a intuir, lo que a nosotros se nos revela sólo como algo sensorial e inexplicable. Ese no tengo palabras  que con tanta frecuencia sale de mi boca no es excusa para ella.

No es fácil poner por escrito cómo sabe un tomate. Probad, a ver qué sale (yo no lo hago, porque ya me lo sé, pero probaré con algo muy nuestro, algo así como un trozo de turrón). Sensaciones inauditas como esa son las que abarrotan este libro en el que se describe lo indescriptible. Por eso ella me fascina. Hay que tener una variedad de vocabulario increíble para poder escribir semejante cosa (no digamos de aquella que lo tradujo del francés y que, sin duda, no se queda corta).

Esta autora ya me sorprendió muy gratamente con La elegancia del erizo, uno de los libros que más me ha marcado en mi vida, que recomiendo a todo el mundo pero que luego nadie lee. Reconozco que hay que estar muy concentrado para seguirla, y que leer por placer es justo eso, y que si no te gusta este estilo pseudo-filosófico esto se te haga un mundo. A mí, en cambio, me encanta, y por eso tengo sus libros llenos de post-it con los párrafos que más me han gustado, para recordarlos de vez en cuando.

Este libro me ha gustado, como ya he dicho, por la forma de escribir de la autora, pero también por la sensación de estar ante un gran festín en vez de ante un libro. Los olores y los sabores aparecen como por arte de magia en la boca del lector, como los banquetes de Los Niños Perdidos, amigos de Peter Pan en Hook. A mi modo de ver, brillante manera de crear algo de la nada y de hacer, de unas pocas páginas, una obra de arte.