La caída de los gigantes (Ken Follett)

Cuando comenzaban las vacaciones, como ya os comenté, mis padres y yo llenamos una maleta entera de libros. Éste en concreto estaba dentro de lo que pensábamos leer este verano. A mí me parecía bien que lo llevaran pero no entraba en mis planes pasarme del lado de Ken Follett. Hasta el momento sólo había leído Vuelo final, un libro ambientado en la II Guerra Mundial y que me gustó porque era pura acción, puro diálogo. Era como un guión de cine. A pesar de todo yo no quería pasar de ahí, había algo inexplicable en mi mente que me decía que no leyera a este autor. Pero yo ya había recomendado dos libros a mi madre, los dos le había encantado, y ahora ella me recomendaba uno. Era justo aceptar, aunque era muy grande para los pocos días de vacaciones que me quedaban en ese sitio.  

Fue en ese momento cuando quedé cautivada por esta historia en la que se mezclan las vidas de varias familias. Por un lado los ricos Fitzherbert, ingleses, dueños de tierras y de las vidas de los trabajadores que se dejan la piel en ellas; también los Williams, parte de ese ejército de trabajadores fieles porque no les queda otra si quieren comer. Las fiestas de los Fitzhertbert nos acercan a otras familias que son parte fundamental de esta historia, como los Dewar, de Estados Unidos y los Von Ulrich, alemanes. Por otro lado, y aparentemente apartados de todo, están los Peshkov, rusos y parte de la chispa que encendió la revolución. Como os podéis imaginar, con semejante cóctel de nacionalidades y de intereses cruzados, el pretexto para hacer de la I Guerra Mundial algo más que político está servido.

Así, los personajes se ven metidos en un conflicto que es algo personal para todos ellos: para unos están en juego sus tierras, sus herencias, para otros es su vida misma en el campo de batalla, otros ven cómo puede echarse a perder su matrimonio, e incluso Ken Follett nos acerca al mundo de las mujeres sufragistas de principios de siglo, para las que está en juego la dignidad. 

Y página tras página me fui metiendo en un mundo fantásticamente recreado. Antes de acabar mi estancia en aquel sitio sólo me quedaban cien páginas por leer. Me absorbió por completo esa forma de narrar que tiene Ken Follet, que hace que las páginas pasen solas, como si no costara nada. 

Me gustó especialmente estar inmersa en conversaciones políticas tan importantes como las previas y simultáneas a la Guerra. Y es que gracias a la aparición de algunos personajes históricos, como Winston Churchill (al que, por motivos diversos, tengo cierto aprecio) se nos muestran los entresijos de una de las mayores catástrofes de la historia de la humanidad provocada por un acontecimiento coyuntural y que fue instigada por muchos sin que ahora se recuerde ni cómo ni por qué. Quizá no fuera así, no he leído los archivos a los que ha tenido acceso el autor, ni he conocido a nadie que me lo pueda corroborar, pero seguro que se le pareció bastante y que otras personas con otro nombre tenían los mismos intereses que las familias de la novela. Y es que a mí me encanta verme dentro de esos sucesos tan importantes, dentro de conversaciones en las que hay que estar atento para saber de qué se habla, de ritmo vertiginoso y palabras inteligentes. Y con razón se me pasó todo volando. 

Teniendo en cuenta que no entraba en mis planes leerlo, he llegado a considerar este libro como un regalo, una sorpresa que llegó cuando ni la quería ni la pedí. Me ha gustado tanto que estoy deseando que salga la segunda parte la que será la trilogía THE CENTURY. Mientras tanto, me han recomendado encarecidamente que lea Los pilares de la tierra, que según me han contado tiene una estructura muy parecida a ésta. Y hablando claro, visto lo visto, no puedo negarme a leerla.